Blog: Moralidad de cintura para arriba

Aprender a «perder el tiempo».

Hoy he asistido a una escena cotidiana en una gran superficie. Hay varias colas largas para pagar, se abre otra caja y todos corren a ponerse en ella, alguno incluso “colándose” alegando que solo lleva un producto. Ante tal ansiedad por terminar pronto, siempre me pregunto qué tendrán que hacer a continuación, ¿siempre tienen prisa? ¿siempre les aguarda alguna tarea imprescindible o interesante? No lo creo.

La idea de estar perdiendo el tiempo, por culpa de los demás, se nos antoja como algo muy molesto, como si nos estuvieran “robando la vida”.


Todos hemos tenido un amigo, pareja, etc. -creo que se da más en los hombres este caso, aunque no exclusivamente- que al tener que esperar en un restaurante se pone de muy mal humor. No me refiero a un día de diario que hay que volver al trabajo y puede estar justificado, sino un día de fiesta con toda la tarde libre por delante.

Qué decir de los atascos. Sin llegar a ese extremo, hay personas que se ponen muy nerviosas, simplemente, porque el coche de delante va despacio, por ejemplo, buscando a aparcamiento; pueden adelantarlo airados, y gritando reproches.

La vida digital no se escapa, claro. Algunos incluso la culpan, yo no lo creo, de nuestra impaciencia. Creo que la conciencia de “lo injusto que es que nos hagan perder el tiempo” es anterior a la llegada de internet.
Pero lo cierto es que el tiempo que tarda una web en abrirse puede ser algo que a muchas personas cree ansiedad, no soportamos esos segundos de “pérdida de tiempo”. Somos capaces de pagar mucho más por una conexión que nos devuelva ese tiempo tan «valioso».

Creo que la vida hay que aprovecharla. Buscar todo aquello que nos pueda parecer interesante. Pero no creo que esa búsqueda esté reñida con un poco de paciencia. El tiempo de la espera puede ser un tiempo para relajarnos y no para tensarnos. Todo depende de nuestra decisión.

Personas muy aventureras, que dan la vuelta al mundo y aprovechan la vida, no se ponen nerviosas si tienen que esperar, por ejemplo, en un aeropuerto; la espera forma parte de la vida, de la aventura, pueden integrarla.
En cambio, muchos que solo se atreven a una vida rutinaria, se impacientan y sufren por perder 5 minutos en una cola. ¿Qué les espera en su casa que justifique tanto malestar?

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