Los malos no son más listos, solo son malos
Hace unos días, Álex de la Iglesia decía en una entrevista «Prefiero ser malo que tonto». No sé por qué hay tanta gente que asocia ser bueno con ser tonto y ser malo con ser listo. Yo no quiero a ningún malo cerca. Por eso quiero hablar de malos, o lo que es lo mismo, de falta de ética.
En los últimos tiempos se ha hablado mucho de falta de ética. Y no es para menos a tenor de los escándalos que diariamente conocemos. Yo no voy a hablar de políticos, eso ya lo hace la prensa, sino de todos los demás. Y de qué formas de deshonestidad me repugnan más, o menos.
El trabajo es uno de los lugares donde se ve más claramente la ética del personal. Las posibilidades de ser deshonesto dependen de la posición de cada uno, pero cada cual tiene sus oportunidades. Por supuesto, no todos tenemos el listón en el mismo sitio. Podemos discutir si el peloteo es ético o no, pero casi todos estamos de acuerdo en que traicionar a un compañero, subir pisando a los demás, favorecer injustamente a alguien en detrimento de otro… son canalladas.
La mayoría, cuando se comporta de forma poco ética, y se hace muy evidente, siente la necesidad de justificarse. Los más desahogados se conforman con un “Si todo el mundo lo hace…” Con eso no justifican nada, pero… al menos no se creen santos. Prefiero a estos primeros.
Un tema recurrente son los hijos, esta escusa sirve para justificar grandes dosis de deshonestidad, me parece una escusa repugnante. Ser padre o madre no te puede hacer peor. ¿Porque soy madre/padre y tengo que dar de comer a mis hijos no he tenido más remedio que traicionar a un compañero? Pues sí, esa horrible justificación la he oído con frecuencia. Lejos de parecerme legítimo siempre he tenido la tentación de decirle a esa persona – y tal vez alguna vez lo he hecho porque soy una bocazas – que los demás no tenemos la culpa de que haya tenido hijos, que no es obligatorio y que algunas personas no deberían tenerlos.
La familia, la hipoteca, cualquier escusa vale, vale, como mínimo, para mirar para a otro lado cuando vemos una injusticia flagrante… ¿Es eso deshonesto? Pues claro, claro que sí. Probablemente todos lo hemos hecho alguna vez, algunos sintiéndonos como gusanos miserables, otros ni eso.
Tener que mandar -sobre todo cuando tienes poco poder, que es casi siempre- suele colocarte ante una mayor cantidad de situaciones en las que tu ética se pone a prueba. Hay muchas ocasiones en que te dan “consejos”, como que favorezcas a “este”, que no se lo merece, pero que le hace gracia a alguien que manda mucho más que tu; te “sugieren” que te deshagas de “uno” que, te parece un magnífico currante, pero que tiene que dejar hueco libre…
Hay infinitas posibilidades que todos conocéis seguro. Es un mal trago que muchos superan porque saben que de lo contrario volverán al pelotón o incluso a la calle. “La vida es dura” piensan, ya, en estos casos, los que me parecen más cretinos son los que van de puros y no pueden ni quieren admitir que están favoreciendo la inmundicia. Prefiero a los cínicos. Detesto a los que esconden la cabeza debajo del ala. Los he conocido que se hacen los tontos de una manera espectacular. Hacen como que no se enteran, aunque estén nadando dentro del barrizal. Personas con “principios” que se ponen muy nerviosas si les cuentas una injusticia, he conocido alguna que incluso te pide que no le cuentes nada, como cuando vas al médico y le pides que no te cuente la verdad si es grave (algunos hacemos eso, pero es otro tema).
Con la puta crisis, ya es el remate, algunos tienen «licencia para matar». Con lo difícil que es conseguir un trabajo, no podemos permitirnos el lujo de andarnos con chorraditas morales. ¡Sálvese quien pueda!
Ni vemos, ni oímos, ni hablamos. Si vemos que se cometen tropelías a nuestro lado nos damos la vuelta, cruzando los dedos para no ser nosotros la próxima víctima.
En el mundo de los “eventuales” se cometen las mayores barbaridades, todos las hemos visto, hemos convivido con ellas, o nos las han contado: las sabemos. Barbaridades que en estos momentos se acrecientan. La maldita crisis hace que los malos malísimos – me refiero a algunos empresarios – estén disfrutando de lo lindo y estén cometiendo más atropellos que nunca. Pero la crisis nos hace aún más cobardes. Más cobardes y más injustos… No todos, claro, no todos.
También hay maldad en otros ámbitos, claro, con la familia, con la pareja… otro día les daremos un repasito.
Pero no nos equivoquemos, el malo no es el “malote” (como dicen ahora los chavales) más o menos divertido e interesante. Es el que engaña, manipula, trepa, el egoísta, el insensible ante el sufrimiento del otro aunque sea el causante. Y, os aconsejo por vuestra propia salud mental, que no os creáis que son más listos: solo son malos.