Blog: Moralidad de cintura para arriba

La autoestima, nuestro bien más preciado.

Veo personas “empastilladas” hasta los ojos para poder soportar las humillaciones a las que las someten sus jefecillos, que a su vez están sometidos por otros jefes y así, de forma piramidal, se van machacando unos a otros, con la excusa de la crisis y la visión de “los muertos de hambre” que esperan detrás de la puerta para sentarse en tu silla, por un sueldo más bajo. Este artículo no habla de política sino de autoestima.

La autoestima es nuestro bien más preciado. Debemos protegerla, y no dejarnos vencer ni por el paro, ni por tener una pareja manipuladora, ni porque se nos hunde un negocio, ni porque nuestro jefe se empeñe en humillarnos; tenemos que aferrarnos a ella con uñas y dientes.

Una gran amiga, fuerte y segura, llegó a ser un juguete roto porque su jefe se propuso acabar con ella. Le decía, entre otras muchas barbaridades, que debía hacerle la pelota a una chica -subordinada de mi amiga- que a este hombre le “hacía gracia” o “le ponía”. Mi amiga en lugar de denunciar o de mandarlo donde estáis pensando, aguantó y aguantó por no perder el empleo, hasta que la humillación la llevó a ser una piltrafa sin autoestima. Entonces ya no podía trabajar, pero tampoco podía buscar otro trabajo, solo podía llorar y tomar antidepresivos.

Tuve un ex que cada vez que me regalaba algo me insultaba de manera sutil: “Te regalo esta chaqueta porque esa (azul o gris, etc.) que llevas todos los días te queda fatal”. Ese comentario, aparentemente inocente, forma parte del repertorio de una persona manipuladora que poco a poco – “tacita a tacita” – te va minando la autoestima. Llega un momento en que tú te sientes fea, ignorante, torpe… inferior a él-ella.

Muchas personas – sobre todo hombres, porque culturalmente han aprendido que su valía tiene que ver con el trabajo – al no tener que levantarse para ir a trabajar, no se levantan de la cama; se sienten terriblemente mal y no se conceden la posibilidad de seguir viviendo con alegría si no son lo que ellos entienden como “útil”. Y cuando la pérdida de autoestima no te permite buscar soluciones, las soluciones van estando cada vez más lejos. En lugar de pensar con claridad, cada vez estás más mediatizado por tu estado anímico y ya no ves las posibles salidas.

Hay tantas formas – sutiles o directas – de hacer que alguien se sienta inseguro… Las relaciones de pareja dan lugar a las peores perversiones (en el mal sentido de la palabra) hay quien disfruta provocando celos e inseguridad, algunos cuentan con pelos y señales relaciones anteriores y sienten un extraño placer viendo cono la otra persona siente celos… hasta que se pasan, y entonces el otro, aplastada su autoestima, se convierte en un inseguro, celoso, e insoportable.

Hay que valorar si merece la pena conservar determinados empleos (sí, ya sé que esto os parece una barbaridad), ciertas parejas e incluso la relación con algunos familiares cercanos que se permiten criticarte sin tener en cuenta la posible repercusión. Si permitimos que acaben con nuestra autoestima ya no tendremos capacidad para saber qué debemos hacer, incluso pensaremos que la culpa es nuestra porque no somos valiosos.

Y si las circunstancias nos son muy desfavorables siempre es mejor salir a la calle a (simbólica y metafóricamente) quemar contenedores que quedarnos en la cama pensando que valemos poco. Si el ministro Wert no ha perdido la autoestima ¿Por qué la vamos a perder nosotros?



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