Blog: Moralidad de cintura para arriba

¿Por qué tanta gente sufre estos días navideños?

Es evidente que nuestros sentimientos están condicionados. Es muy difícil pasar el día 24 de Diciembre, como si fuera el 24 de Enero o el 24 de Noviembre. Aunque uno decida «pasar de todo» estamos «condicionados» y eso no se supera así como así. ¿O tal vez no hay por qué superarlo?

El caso es que muchas personas, a las que sí gusta la Navidad, dicen que se ponen tristes en estas fechas. La mayoría asociamos la Navidad con estar en familia y como la familia va muriendo, indefectiblemente, la Navidad se convierte, en una época triste. También hay nostalgia de la infancia… demasiada carga afectiva.
Además están los problemas para ponerse de acuerdo con dicha familia, que en el caso de las parejas, se duplica y se complica, y como, en Navidad, todo es muy emocional y muy intenso, cobra mucha importancia con quién se está o con quién no. Al final, se piensa en «los que no están», terrible frase navideña.

Son muchos los que compran regalos «por obligación». En estos momentos de penuria económica, el número de los que lo pasan mal teniendo que gastar ha aumentando. Preparar comidas también puede ser un disfrute o una obligación. El problema es no ser libres para decidir si queremos hacerlo o no.

Ciertamente es difícil decidir no participar, no solo porque la familia puede molestarse sino porque nosotros -debemos reconocerlo- no nos quedaríamos tranquilos si no hiciéramos algún regalo, acudiéramos a alguna fiesta o comilona o adornásemos nuestra casa. Y cuando hay niños con más motivo. Con ellos no nos planteamos ni por un momento dejar de regalar o de celebrar, parece que los niños le dan aún más sentido a la Navidad.


Los ritos forman parte de todas las culturas y son importantes. Las llamada «fechas señaladas» son una buena excusa para reunirse. Todos los países, todas las culturas, tienen sus fechas señaladas y está bien que existan porque rompen la monotonía de los días e introducen celebraciones y fiestas. 

Creo que el problema es la rigidez de nuestra celebración, sobre todo alrededor de los días 24-25, y de la familia, y lo que tiene de excesivamente sentimental. Estaría bien que fuera modernizándose y relajándose. Que el que quisiera pudiera cambiar a la familia por un grupo de buenos amigos o por los vecinos… o que los regalos pudieran ser simbólicos si nuestra economía está resentida. Sobre todo, que le quitáramos esa gran carga de dramatismo, del que tanta culpa tienen la publicidad y los medios de comunicación: eso de «vuelve a casa vuelve» que tanto sufrimiento aporta. Vuelve si quieres o si no tómate un cava con los vecinos y no sufras.


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