¿Por qué boicoteo mis parejas?
Uno de los problemas con los que nos encontramos los terapeutas, con frecuencia, es el de personas que quieren tener pareja pero, cada vez que lo intentan, son ellos mismos los que la boicotean al cavo de poco tiempo. Ya he hablado, en otras ocasiones, de los adictos al amor, aquellos que empiezan una y otra vez relaciones pasionales. Pero no es este problema el que quiero abordar ahora.
El concepto de familia se aprende en la propia familia y eso es algo que marca de forma muy poderosa. Haber tenido una familia disfuncional es algo que nos hace tener un rechazo muy fuerte de la familia. Unos padres que se llevaban muy mal; unos padres que no supieron ocuparse de sus hijos; esto se instala en nuestro aprendizaje más profundo.
Cuando los hijos crecen y deciden recorrer su propio camino, lo habitual es que se abran a las relaciones amorosas. Cuando establecen una relación, empiezan los miedos, miedos más o menos conscientes, miedo a la traición, miedo al sufrimiento, miedo a que no los quieran; en definitiva, miedo a reproducir una familia como la que han conocido. En muchos casos reaccionan con unos celosenfermizos, con un deseo desmedido de control. En otros, sencillamente le buscan defectos a la pareja; empiezan a temer por el futuro. Llega un momento en que la situación se hace insostenible y la pareja se rompe. Cuando esto se repite, comienzan a pensar que “no sirven” para vivir en pareja.
Este rechazo a la familia se manifiesta también en el no deseo de tener hijos, se hace más evidente en el caso de las mujeres ya que son estas las que, en nuestra sociedad, se plantean de forma más emocional el deseo de reproducirse.
Aunque en la psicología cognitivo-conductual trabajamos fundamentalmente con el presente, en estos casos, no tenemos más remedio que acudir al pasado para explicarnos el por qué de estos comportamientos anómalos fruto de nuestro aprendizaje. Es evidente: aprendemos lo que es una familia en nuestra familia de origen.
Hay que trabajar mucho para superar estos miedos y crear la familia que nosotros queremos. Evidentemente, hay muchas formas de vivir, también sin pareja, también sin hijos; por supuesto, pero siempre que sea una elección, no una imposición de nuestro pasado.