No te compadezcas de ti mism@.
La vida nos ofrece, siempre, momentos dolorosos. Además de los más dramáticos que suelen ser los fallecimientos de personas muy cercanas; podemos pasar por… el abandono de nuestra pareja, de nuestros hijos; vivimos traiciones de hermanos, de amigos, de cónyuges; nos sentimos injustamente tratados por compañeros, familiares, padres, hijos… Pasamos por enfermedades, nuestras o de los que nos rodean. Vivimos momentos de ruina, de carencias… hay tantas posibilidades de sufrir que no acabaríamos nunca de relatarlas.
El sufrimiento forma parte de la vida, sí, pero si queremos sobrevivir a él y seguir viviendo, tenemos que aprender a no compadecernos de nosotros mismos. Si nos damos lástima estamos perdidos.
Compadecerte es buscar argumentos para sentirte mal. Darte la razón para sufrir.
Me diréis que esos pensamientos que te recuerdan y alimentan tu dolor, aparecen sin que te los propongas… sí, así es. Pero te aconsejo que “los mantengas a raya”.
No caigas en la tentación de darte razones para sufrir. He visto pacientes que llevaban muchos años sufriendo para demostrar -de forma no muy consciente- que su familia se había portado mal con ellos. Dejar de pensar en lo que les hace daño es para estas personas como perdonar, y como no quieren perdonar, tienen que seguir sintiéndose mal.
Aunque tengas razones para sentirte mal, puedes elegir sentirte menos mal, incluso sentirte bien.
Técnicamente se utiliza la palabra “resiliencia” para designar la capacidad de los individuos, y también, los grupos, para superar las etapas de dolor. Nuestra actitud respecto al dolor es fundamental para tener resiliencia. Insisto: no te compadezcas de ti mism@.