¿Quieres que tus hijos sean fuertes?
Padres cobardes = hijos cobardes
Cuando era pequeña tenía una amiga, mi mejor amiga, a la que no permitían ir de excusión con el colegio, jamás vino a nada que supusiera montarse en un autobús con sus compañeras; a sus padres les daba miedo. A mí me daba pena de mi compañera, pero, entonces, no sabía hasta que punto le debía agradecer a los míos que no me limitaran y, sobre todo, que no me inculcaran el miedo. Realmente, mis padres me atemorizaron poco.
Cuando creció, mi amiga era muy temerosa. Yo mucho menos. Eso me permitió disfrutar de la vida.
Cuando fui madre, sentía algo de temor cada vez que mi hijo tenía esas excursiones parecidas a las mías, y en otra muchas situaciones, de riesgo físico fundamentalmente. Creí que lo mejor era disimularlo, no inculcar miedos innecesarios. Me acordaba de mis padres, tal vez ellos también disimularan, o puede que fueran más valientes. En cualquier caso, creo que conseguí inculcarle el valor suficiente para disfrutar de la vida.
Padres que valoran a sus hijos = hijos que se valoran a si mismos.
El hijo tiene que saber que sus padres lo aprueban. Es decir, lo valoran. Evidentemente, a los niños hay que enseñarles, corregirles, incluso castigarles. Pero cuando esta acción educativa ocupa casi toda la relación con los hijos; los hijos crecen sintiendo que todo lo hacen mal.
- La mayor parte de las veces que hablamos a nuestros hijos es para corregirles y reprocharles lo que hacen mal.
- Les reñimos mucho, no porque pensemos que con ello conseguiremos mejorarlos sino para nuestro propio desahogo.
- Repetimos lo mismo una y otra vez, sabiendo que es inútil. Solo empeoramos la situación.
La pregunta de muchos padres es: ¿Le dejo hacer lo que quiera? ¿No le digo lo que está mal? La respuesta es NO, pero…
- Dile lo que está mal, y busca lo que está bien, ocúpate de decirle lo que hace bien.
- No veas solo lo que no hace, no veas solo lo que hace mal. Busca lo que hace bien, seguro que hay algo.
- Que algún defecto sin importancia (como el desorden de su habitación, o que pierde algo…) no se conviertan en el centro de vuestra relación.
- Intenta que sienta que te gusta estar con él-ella, aunque a veces tengas que hacer un esfuerzo para que os entendáis.
- No le dejes hacer lo que realmente es peligroso, pero no le limites la vida para tú estar más tranquilo.
- No olvides que tu has decidido ser padre pero él-ella no ha decidido ser hijo. No pretendas que te demuestre el mismo amor que tú debes demostrar. Tu hijo está en sus cosas, en su desarrollo, en el descubrimiento de la vida. No quieras ser tú el protagonista de su vida.
- A veces, los padres valemos más por lo que callamos que por lo que decimos. Antes de corregir, de criticar, de enfadarnos… contemos hasta 10 y decidamos si es una buena idea.
- No le compadezcas. Si te da pena que no tenga amigos, que le cueste estudiar, que no sea muy atractivo… trata de no compadecer. Piensa que si no dramatizas, quitas hierro y das tiempo, probablemente se superará. Pero si eres un testigo molesto de sus carencias… te convertirás en un freno.
- Hazle saber que cuenta con tu ayuda pero no te empeñes en dar una ayuda que no se te pide, sobre todo cuando son adolescentes y no quieren “testigos molestos” de sus problemas.
- Permite a tus hijos hacerse adultos. Que sepan que no te necesitan. Que solo sea el cariño lo que os une.