Blog: Moralidad de cintura para arriba

«El que no llora no mama»

“El que no llora no mama”, esta frase tan popular sirve tanto para los pensionistas que se manifiestan, como para los que buscan trabajo o los que quieren ligar. Hay que decir lo que uno quiere y lo que no quiere. Esto no implia ser egoista, implica no tener miedo.
En psicología se llama asertividad. Es la capacidad de reivindicar lo que uno desea, lo que uno necesita, y también la capacidad de decir NO cuando se quiere decir no; ser asertivo no significa ser poco generoso o poco educado, significa no tener miedo de lo que los demás piensen de nosotros.



Un paciente me contó que se había casado sabiendo que iba a separarse enseguida; de hecho se separó a los pocos meses. Le pregunté por qué se había casado entonces. Me dijo que todo el mundo -familia, amigos…- pensaban que se iba a casar y que no fue capaz de decepcionarlos; me aseguró que estaba absolutamente convencido del inminente fracaso pero que no pudo negarse a lo que los demás esperaban de él.

Las personas que quieren agradar a toda costa suelen acabar teniendo graves problemas, porque pierden el control de sus vidas, este control pasa a manos de los otros. 
En los casos muy extremos, estas personas no toman ninguna decisión sin consultar. En realidad no están consultando, están pidiendo permiso.

Hay otras razones por las que no pedimos lo que queremos y, la más poderosa, es el miedo al fracaso. “Si pido, y me dicen que no, me voy a sentir tan mal que no me arriesgo a que me ocurra”, ese miedo nos paraliza y nos priva de conseguir muchas cosas que probablemente hubiéramos logrado si nos hubiéramos dado la oportunidad.

Las personas muy orgullosas lo tienen difícil, porque para ellas pedir es rebajarse y si, además, no obtienen lo que pretenden, aún lo consideran más humillante.  Creo que un exceso de orgullo esconde una gran dosis de inseguridad en la mayoría de los casos. Las personas seguras suelen arriesgarse, porque saben que si fracasan no se hundirán, seguirán luchando. En cambio los más cobardes aparecen como muy dignos, muy orgullosos, y, sencillamente, tienen un gran miedo al fracaso. 

Entre la pasividad de no pedir, o la agresividad de exigir, está la forma asertiva: yo pido, si me lo conceden: bien; y si no lo consigo, al menos lo habré intentado. 

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