Los emprendedores-autónomos necesitan una salud de hierro.
El Gobierno quiere que seamos emprendedores, por eso cuento la historia de un autónomo con depresión y ansiedad. Porque los que nos hemos apuntado a “emprender” necesitamos una salud física y psíquica de hierro.
Este hombre, al que llamaremos Evaristo, con nivel universitario, decidió montar un negocio relacionado con su formación. Y le fue bien, hasta que un día le fue mal. Ese es un riesgo que corre el que arriesga todo: su trabajo, su dinero, su patrimonio… Y, a pesar de ser un hombre fuerte y trabajador, se hundió, y, desde entonces, no ha levantado cabeza.
Pero Evaristo siguió trabajando, casi siempre, porque hay días que no puede levantarse de la cama. Esos días se quiere morir, porque sabe que si no sale a trabajar no gana dinero, y, además, va perdiendo clientes, va perdiendo negocio. Intenta, a toda costa, seguir, pero a veces le da miedo, porque tiene que conducir y se siente tan mal que cree que puede tener un accidente.
Como no puede ni dormir, ni levantarse de la cama, algún médico le dio muchas pastillas que no puede dejar, porque ya está enganchado.
Como no puede ni dormir, ni levantarse de la cama, algún médico le dio muchas pastillas que no puede dejar, porque ya está enganchado.
Evidentemente, cualquier médico le daría una baja si tuviera un trabajo de esos en los que se dan bajas, pero Evaristo no puede estar de baja, eso significaría cerrar su negocio, además de que no está bien inventado cómo se da de baja un autónomo, tiene que conseguir una invalidez… un lío y una ruina.
Así que Evaristo, a trancas y barrancas, sale a trabajar intentando que no se le note lo nervioso que está. Pero se le nota. Y no se atreve a contar que está mal, en el mundo de los negocios eso no funciona. Así que cada vez le va peor – la pescadilla se muerde la cola – y él cada vez se siente peor.
Así que Evaristo, a trancas y barrancas, sale a trabajar intentando que no se le note lo nervioso que está. Pero se le nota. Y no se atreve a contar que está mal, en el mundo de los negocios eso no funciona. Así que cada vez le va peor – la pescadilla se muerde la cola – y él cada vez se siente peor.
No me gusta el dramatismo, pero cada vez que oigo lo de “ser emprendedores” me acuerdo de Evaristo, y mientras escribía esto me he dado cuenta – y os aseguro que no lo había pensado, debo ser una inconsciente, por suerte – de que yo, ahora, salvando las distancias, estoy igual de desprotegida que Evaristo; no tengo intención de ponerme enferma pero, por si acaso, he anulado una revisión médica que tenía prevista para la próxima semana, vaya a ser que me encuentren algo y a ver qué hago.