«Estoy paralizado, no me apetece hacer nada».
Preguntarnos, continuamente, si nos apetece o no lo que vamos a hacer, no tiene sentido. Esa duda nos complica la vida.
La vida tiene que ser agradable, hay que intentar que nos guste lo que hacemos, pero preguntarnos, continuamente, si nos apetece o no lo que vamos a hacer, no tiene sentido.
Está muy bien sentirse libre para elegir. Elegir un camino y seguirlo. Eso no significa que todo vaya a ser fácil y cómodo.
Lo fácil y cómodo no suele funcionar a medio o largo plazo; pero tampoco a corto plazo, porque no nos sentimos reforzados cuando no hacemos algo que nos parezca estimulante.
Este confinamiento, y ahora medio confinamiento, nos ha relentizado. Al principio estaba bien, se trataba de relajarnos, pero no podemos seguir con esa inercia, no nos sienta bien.
Muchas personas me dicen que no les apetece hacer nada, que sus días son inútiles y se sienten mal. Para no llegar a deprimirse hay que ponerse en marcha.
Piensas: “No me apetece” y piensas “¿Lo hago o no lo hago?… podría no hacerlo.”
¿Por qué crees que “me apetece – no me apetece” es un criterio válido?
Te propongo lo siguiente para que el “no me apetece” no domine tu vida:
1.- Que tu criterio sea: “Hago lo que decido”.
2.- Busca objetivos.
3.- Los objetivos pueden estar lejos pero hay que trocearlos y convertirlos en pequeños retos que estén cerca.
4.- Elimina parte de lo que has pensado que deberías hacer, quédate solo con lo importante y sé realista. No seas muy exigente.
5.- Decide qué vas a hacer al día siguiente.
6.- Cuando llegue el momento: no te permitas dudar. No vuelvas a preguntarte: ¿Lo hago o no lo hago?
7.- Prémiate cada día por hacer lo que te has propuesto.
8.- Cuando pase un tiempo, haz balance y seguro que te haces fan de esta filosofía: HAGO LO QUE DECIDO.