Blog: Moralidad de cintura para arriba

El amor como adicción

Me encuentro frecuentemente con personas que mantienen relaciones amorosas que les hacen daño. Son conscientes de que esas relaciones son perjudiciales -eso que ahora se llama relaciones tóxicas- pero dicen que no pueden dejarlas. Evidentemente, no es que no puedan, es que les costaría mucho hacerlo.


Cuando indagamos en las razones por las que una persona no deja a otra que le hace sufrir, al principio se recurre siempre a frases hechas, como “es que l@ quiero”. Una vez superados los tópicos, llegamos a la conclusión de que no están dispuestos a pasar por el intenso dolor que suponen -o saben porque ya lo han probado les va a suponer la separación.


En muchos casos lo han intentado, han abandonado la relación, pero no han durado mucho, como el sufrimiento era enorme, decidieron volver. No retoman la relación porque crean que va a ir mejor, o porque haya habido cambios sustanciales. Vuelven… como se vuelve a la droga… por el “mono”.


Suelen ser relaciones muy pasionales, que en algunos momentos son muy gratificantes, pero que, a la larga, van destruyendo a la persona que las sufre; en algunas ocasiones a las 2 personas.


El tipo de relación que crea esta adicción suele ser esa que proporciona “un día bueno y dos malos”. El día bueno suele ser de reconciliación y gran explosión amorosa y, de alguna manera, “compensa” lo malo. 

Este tipo de relación proporciona lo que llamamos reforzamiento intermitente, que es el más difícil de extinguir, porque uno siempre espera que se repita. Cuando alguien te refuerza todos los días y de pronto deja de reforzarte tú entiendes que se ha acabado, pero en el caso del reforzamiento intermitente no.

El amor como adicción es una de las formas que los terapeutas tenemos de abordar el problema. Hay que convencer a la persona que tiene que pasar por el trance, de que, tras un periodo difícil de “desintoxicación”, se alegrará de haber recuperado su libertad.


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