Blog: Moralidad de cintura para arriba

Dejar de preocuparnos demasiado.

La mayoría de las personas que se preocupan demasiado desearían preocuparse menos. Pero, lo cierto es que, hay algunas ideas que tenemos sobre la preocupación que no nos ayudan.

Ideas erróneas sobre la preocupación:

1.- Si te pones en lo peor, cuando ocurra -si es que ocurre- te afectará menos.

2.- Despreocuparte te lleva al desastre.

3.- Tienes que tener el futuro absolutamente controlado.

La consecuencia de estas ideas erróneas es:

1.- Ponerte en lo peor significa un sufrimiento inútil por algo que puede que no ocurra, y si ocurre, no sabemos cómo vamos a reaccionar. Muchas veces nos sobreponemos a lo difícil mucho mejor de lo que pensábamos.

2.- Despreocuparte no significa no ocuparte, significa no darle vueltas a lo que no tiene solución, o darle el tiempo que se merece a lo que tienes que resolver. Si estás relajado serás más eficiente.

3.- Es imposible tener todo controlado. Hay que saber adaptarse a los cambios, a lo que nos va viniendo. Aceptar la incertidumbre es la forma más sana de pensar.

Pero, a veces, uno no quiere preocuparse y la preocupación está ahí.Porque tenemos miedo. Porque somos obsesivos.

Dejar de preocuparse en exceso, a veces, es difícil. No te critiques si no lo consigues rápido. O si nunca lo consigues del todo.

Estrategias que pueden ayudar a preocuparte menos:

  • Cuando estés buscando soluciones y te des cuenta de que algo “ya lo has pensado muchas veces”, intenta no repetirte. Date cuenta de que no vas a encontrar otra solución mejor, ni te vas a decir algo diferente.
  • Cuando un pensamiento te hace daño, y es inútil, trata de no seguirlo. Céntrate en la realidad u ocupa tu mente con algo que te distraiga. Aunque el pensamiento vuelva, si no lo alimentas irá desvaneciéndose.
  • Recuerda que ya has resuelto muchos problemas, tienes la capacidad y lo harás cuando haga falta. Aplaza hasta entonces la preocupación.
  • Comparte con otras personas tus preocupaciones. No se trata de que te repitas una y otra vez pero sí de que te sientas comprendido.
  • Piensa que si llegara eso que tanto te preocupa, ya lo pasarás mal en ese momento ¿Qué sentido tiene pasarlo mal durante más tiempo?
  • Intenta vivir en el presente. Está bien ocuparse del futuro pero sin quitarle importancia al presente, que es lo único que realmente tenemos.

Algunas preocupaciones tienen que ver con otros problemas psicológicos, de los que hay que ocuparse para disminuir la preocupación.

Requieren cambiar nuestra forma de entender la vida o algunos aspectos de nuestra personalidad.

  • Preocupaciones que tienen que ver con la relación con los demás.

Si te preocupan cuestiones que tienen que ver con tu relación con los demás, como miedo al abandono, miedo a las críticas etc., tendrás que solucionar esa forma de entender la vida que te hace daño. Tendrás que aprender a ser menos dependiente o a ser menos vulnerable a las opiniones de los demás. Tendrías que disminuir la importancia que le das a lo que los demás piensen de ti.

  • Preocupaciones que tienen que ver con conseguir objetivos.

Si tu gran preocupación es no llegar a conseguir lo que quieres, es posible que tengas algún problema de autoestima, o que seas demasiado exigente contigo mismo. O que te falta flexibilidad para ir adaptándote a lo que la vida te va ofreciendo. Aceptarte a ti mismo te ayudará a preocuparte menos.

  • Preocupaciones que tiene que ver con lo inevitable.

Si lo que te preocupa es inevitable -por ejemplo: hay personas que se preocupan porque sus padres se morirán algún día- solo puedes aumentar tu tolerancia a la frustración, y entrenar tu mente para no darle vueltas a sucesos que son dolorosos para todos pero con los que, la mayoría de las personas, podemos convivir.

Tu no tienes la culpa de tener ansiedad, estar depresivo o tener obsesiones…

La salud mental es como el resto de la salud, algo que «te toca» con mayor o menor suerte.

Todos elogiamos a aquellos que tienen una estupenda salud mental, son fuertes, eso que ahora llamamos resilientes, y afrontan la adversidad con entereza.

Podemos justificar a los que pasan por una mal momento -muerte, pérdida de trabajo, separación, enfermedad, etc.- y su salud mental se resiente.

Pero ¡ay! de aquellos que sin ninguna justificación aparente están angustiados, ansiosos, tienen obsesiones o se deprimen. Los consideramos débiles, inútiles, cobardes, y, sobre todo, culpables de lo que les pasa.

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La salud mental de una persona tiene que ver con múltiples factores (entre otros):

  • Su herencia genética.
  • Su aprendizaje. Que tiene lugar fundamentalmente en la infancia.
  • Su entorno. Familia, amigos, barrio, cultura a la que pertenece.
  • Sus hormonas. Y otros factores que tienen que ver con su cuerpo.
  • Sus circunstancias -laborales, económicas, afectivas.
  • Su inteligencia.

¿Y qué depende de nosotros?

  • Tratar de cambiar las ideas que nos hacen daño.
  • Enfrentarnos a miedos que nos limitan.
  • Aprender a parar las obsesiones.
  • Tratar de aprender a relajarnos.
  • Buscar alicientes en la vida.
  • Medicarnos si es preciso.
  • Buscar ayuda.
  • Contarlo y no avergonzarnos.

¿Nos estamos volviendo una sociedad con déficit de atención, vamos hacia el TDAH global?

El déficit de atención, que tanto se diagnostica en niños, suele ir unido a la hiperactividad. El mecanismo es el siguiente: como 1) no me concentro, 2) me aburro enseguida y 3) tengo que cambiar de actividad continuamente. No termino nada, voy de una cosa a otra.

Pues bien, nuestra sociedad actual está desarrollando este problema masivamente.

Factores que desencadenan nuestro déficit de atención:

  • Estamos acostumbrados a estímulos muy potentes, que captan nuestra atención sin esfuerzo.
  • Cuando el estímulo decae podemos buscar otro rápidamente y lo encontramos.
  • Algo un poco más largo o más lento requiere nuestra paciencia y no tenemos.
  • Nuestra mente no está acostumbrada a interesarse por algo que no nos atraiga de forma potente.
  • Enseguida nos aburrimos.
  • No podemos profundizar.
  • Todo lo vemos, oímos o leemos superficialmente.
  • En muchas ocasiones, usamos 2 dispositivos a la vez porque uno solo nos parece insuficiente. Con lo cual, no atendemos a detalles, todo lo seguimos “por encima”.

¿Qué ocurre cuando vamos perdiendo capacidad de atención?

  • Cuando queremos concentrarnos, nos cuesta mucho. Esto nos lleva a que estudiar se convierta en un sobreesfuerzo, algo muy penoso.
  • Cuando queremos relajarnos viendo algo que no sea muy corto o muy rápido, nos ponemos nerviosos porque tenemos la “necesidad” de estímulos más fuertes. No disfrutamos de los detalles de una película, una serie etc.
  • Tenemos una idea muy superficial de las noticias, la cultura, la actualidad… Ya que solo leemos titulares.
  • Puede llegar a aburrirnos una conversación, una reunión de amigos… Nos parece poco estimulante. Esto puede hacer que nos aislemos.

¿Hay solución?

Este es un problema social, global, y debería analizarse como un problema que afecta a todas las sociedades “avanzadas”, incluso, a prácticamente todo el mundo.

A nivel particular podríamos:

  • Restringir a los niños los dispositivos tecnológicos hasta una edad apropiada. Tal vez 11 o 12 años. Para que aprendan a concentrarse y entretenerse de una forma analógica. Que lean, pinten, vean películas, jueguen, se muevan, inventen…
  • Tratar de no utilizar 2 dispositivos a la vez. A no ser que sea indispensable por el trabajo. No usemos el móvil mientras vemos una serie. No juguemos con la tablet a la vez que atendemos a una película. Tratemos de atender a las cosas de una en una.
  • Intentemos concentrarnos durante tiempos un poco más largos.
  • Apreciemos la compañía, el aire libre, una conversación tranquila…
  • Tomemos conciencia de lo importante que es que nosotros podamos prestar atención consciente a algo que nos interesa, aunque nos cueste un poco de esfuerzo. Si no, nos vamos convirtiendo en meros espectadores de lo que nos llega y nos resulta muy fácil de digerir.

TOC de amores

Le llamamos TOC de amores. Es un TOC mental. Se da con mucha frecuencia y crea mucha confusión en la persona que lo sufre.

¿Cómo se produce?

A la persona, de pronto, le asalta un pensamiento, intrusivo -es decir, no intencionado- que le dice que no siente lo que debería sentir por su pareja (o algo muy similar). Este pensamiento va acompañado de una fuerte emoción de miedo.

¿En qué personas se produce?

En muchos casos en personas que ya sufren otros tipos de TOC, pero no siempre. Algunas con síntomas físicos de ansiedad. El denominador común es que son personas con bastante dependencia de su pareja, que no se imaginan la vida sin ella. También suelen tener una imagen muy idealizada del amor. En consulta veo a más mujeres que hombres con este tipo de TOC, pero se da también en hombres.

¿Cómo suelen reaccionar los que lo sufren?

Suelen comenzar un diálogo intenso consigo mismos para convencerse de que no es cierto. Buscan desesperadamente el sentimiento y se sienten culpables.

Se cuestionan si seguir o no con la pareja para así dejar de sufrir.

En la mayoría de los casos acuden a su pareja para que les convenza de que todo va bien entre ellos.

¿En qué momentos se produce?

El TOC es un trastorno de ansiedad, por eso estos episodios se suelen producir cuando la persona atraviesa una situación de estrés, de preocupación, de cambios…

¿Qué deben saber para empezar a relajarse las personas que tienen este trastorno?

  • Que en estos tipos de TOC, tu mente te asusta con lo que más temes.
  • El ejemplo más brutal es el de la madre que teme matar a su bebé. Es lo que más miedo podría darle: que le pasara algo a su bebé, y, encima, por su culpa.
  • Pues el de amores es igual. Lo que más teme el que lo sufre es perder a su pareja, y mucho más si es por su culpa.
  • Aunque las dudas parezcan reales, no lo son. Para la persona que lo sufre son un tormento porque para ella su pareja es importantísima.
  • Cuando una persona deja de querer estar con otra no sufre de esa manera; puede ser que le genere algún problema cómo afrontar la situación, pero en el caso del TOC de amores es un sufrimiento brutal.

¿Cómo afrontarlo?

  • El primer paso es no dialogar con la obsesión. Entender que es mentira.
  • Dejar de pensar si deberían dejar a la pareja. No tiene sentido.
  • No evitar situaciones. Muchos evitan situaciones con la pareja porque se sienten culpables o porque la obsesión se incrementa.
  • No buscar el reforzamiento continuo de la pareja para que les convenza de que todo está bien.
  • Disminuir la dependencia de la pareja. Dedicar más tiempo y atención a otras cuestiones de la vida. Esta obsesión se da siempre en personas demasiado dependientes.
  • Buscar ayuda profesional. Este trastorno es lo suficientemente importante como para dedicarle atención.

¿Quieres que tus hijos sean fuertes?

¿Qué necesitan nuestros hijos para ser fuertes?: seguridad en sí mismos y el valor suficiente para disfrutar de la vida.

Padres cobardes = hijos cobardes

Cuando era pequeña tenía una amiga, mi mejor amiga, a la que no permitían ir de excusión con el colegio, jamás vino a nada que supusiera montarse en un autobús con sus compañeras; a sus padres les daba miedo. A mí me daba pena de mi compañera, pero, entonces, no sabía hasta que punto le debía agradecer a los míos que no me limitaran y, sobre todo, que no me inculcaran el miedo. Realmente, mis padres me atemorizaron poco.

Cuando creció, mi amiga era muy temerosa. Yo mucho menos. Eso me permitió disfrutar de la vida.

Cuando fui madre, sentía algo de temor cada vez que mi hijo tenía esas excursiones parecidas a las mías, y en otra muchas situaciones, de riesgo físico fundamentalmente. Creí que lo mejor era disimularlo, no inculcar miedos innecesarios. Me acordaba de mis padres, tal vez ellos también disimularan, o puede que fueran más valientes. En cualquier caso, creo que conseguí inculcarle el valor suficiente para disfrutar de la vida.

Hay otro aspecto de la personalidad de los hijos en el que los padres tienen un gran protagonismo: la seguridad en sí mismos.

Padres que valoran a sus hijos = hijos que se valoran a si mismos.

El hijo tiene que saber que sus padres lo aprueban. Es decir, lo valoran. Evidentemente, a los niños hay que enseñarles, corregirles, incluso castigarles. Pero cuando esta acción educativa ocupa casi toda la relación con los hijos; los hijos crecen sintiendo que todo lo hacen mal.

Los principales fallos que se suelen cometer:

  • La mayor parte de las veces que hablamos a nuestros hijos es para corregirles y reprocharles lo que hacen mal.
  • Les reñimos mucho, no porque pensemos que con ello conseguiremos mejorarlos sino para nuestro propio desahogo.
  • Repetimos lo mismo una y otra vez, sabiendo que es inútil. Solo empeoramos la situación.

El binomio más destructivo es el de: Sobreprotección + crítica continua. Este binomio crea hijos débiles e inseguros.

La pregunta de muchos padres es: ¿Le dejo hacer lo que quiera? ¿No le digo lo que está mal? La respuesta es NO, pero…

Lo que sí es útil para ayudar a que nuestros hijos sean fuertes:

  • Dile lo que está mal, y busca lo que está bien, ocúpate de decirle lo que hace bien.
  • No veas solo lo que no hace, no veas solo lo que hace mal. Busca lo que hace bien, seguro que hay algo.
  • Que algún defecto sin importancia (como el desorden de su habitación, o que pierde algo…) no se conviertan en el centro de vuestra relación.
  • Intenta que sienta que te gusta estar con él-ella, aunque a veces tengas que hacer un esfuerzo para que os entendáis.
  • No le dejes hacer lo que realmente es peligroso, pero no le limites la vida para tú estar más tranquilo.
  • No olvides que tu has decidido ser padre pero él-ella no ha decidido ser hijo. No pretendas que te demuestre el mismo amor que tú debes demostrar. Tu hijo está en sus cosas, en su desarrollo, en el descubrimiento de la vida. No quieras ser tú el protagonista de su vida.
  • A veces, los padres valemos más por lo que callamos que por lo que decimos. Antes de corregir, de criticar, de enfadarnos… contemos hasta 10 y decidamos si es una buena idea.
  • No le compadezcas. Si te da pena que no tenga amigos, que le cueste estudiar, que no sea muy atractivo… trata de no compadecer. Piensa que si no dramatizas, quitas hierro y das tiempo, probablemente se superará. Pero si eres un testigo molesto de sus carencias… te convertirás en un freno.
  • Hazle saber que cuenta con tu ayuda pero no te empeñes en dar una ayuda que no se te pide, sobre todo cuando son adolescentes y no quieren “testigos molestos” de sus problemas.
  • Permite a tus hijos hacerse adultos. Que sepan que no te necesitan. Que solo sea el cariño lo que os une.

¿De verdad crees que tu autoestima depende de que tus genitales se parezcan a los de una muñeca?

No había oído hablar mucho de operaciones de genitales femeninos hasta que, algunos jóvenes, me contaron que entre ellos es normal saber que chica se ha operado, y cuál de ellas tiene los genitales más o menos bonitos.

Al parecer, los genitales que están de moda son los que apenas se notan. Es decir, los que se parecen a los de una muñeca. Y si una chica tiene los labios más pronunciados, se opera. También se operan el clítoris en alguna ocasión, aunque más raramente.

Ya bastante incómodo me parece tener los genitales depilados, y, por lo visto, una de las consecuencias de depilarse es que todo se ve más pronunciado.

Al parecer es el porno el que ha llevado a buscar esa imagen “ideal” de los genitales. Una imagen más parecida a muñeca de goma que a una mujer de verdad.

Parece que el feminismo no nos ha convencido para que seamos realmente dueñas de nuestro cuerpo, o al menos no ha convencido a las mujeres jóvenes.

Entiendo que una mujer con problemas físicos, o después de varios partos, pueda acudir a la cirugía. Otros problemas que aparecen en la menopausia también pueden requerir intervención.

Pero una mujer joven, que no tiene ningún problema médico, solo lo hace para gustar AL HOMBRE. A costa de mutilarse.

Intentando enterarme de este tema, he visto muchos anuncios en los que les dicen a las mujeres que aumentarán su autoestima si se operan su zona íntima. ¿De verdad crees que tu autoestima depende de tener una vagina con aspecto de muñeca?

“Por el COVID he desarrollado un TOC de contaminación”.

Toda prudencia es buena en esta pandemia. Pero debemos intentar no caer en un trastorno que nos hará sufrir más de lo necesario y no servirá para protegernos.

Algunas personas han desarrollado una hipocondría en esta pandemia. Pero quiero referirme a otro trastorno que estamos viendo en las consultas y es el TOC de contaminación.

Al principio de la pandemia, cuando todavía se sabía muy poco sobre el comportamiento del virus, se nos insistió mucho en que nos pusiéramos guantes, en que laváramos las superficies y los alimentos y en los productos desinfectantes. También veíamos como se desinfectaban las calles.

Seguimos lavándonos las manos, pero hemos relajado la limpieza de lo que adquirimos. Ya no se desinfectan las calles. Hemos aprendido que esto es un virus respiratorio, que se contagia por el aire, al respirar. También sabemos que si nos tocamos la nariz o la boca con las manos contaminadas podemos contagiarnos; por eso nos las lavamos o higienizamos.

Algunas personas sienten que el virus está en todas partes, incluso en una calle vacía y/o que pueden contagiarse si se rozan con algo, como si por rozar la ropa con una pared pudieran enfermar. También sienten que todo lo que tocan está contaminado, incluso dentro de su casa. Han desarrollado un TOC de contaminación. Estas personas viven obsesionadas, limpiando continuamente, lavándose de forma excesiva y, a veces, no saliendo de su casa para nada.

Algunos comportamientos irracionales y excesivos que pueden significar que estás desarrollando un TOC:

  • A pesar de que todos se lavan las manos al entrar en casa, sientes que cualquier cosa que se toque se vuelve a contaminar. Puede ser un grifo, una jarra, un tirador etc.  Puede que limpies sin parar, o que cojas un papel cada vez que tengas que tocar algo.
  • Si tu ropa roza con algo en la calle te pones muy nervioso. No puedes sentarte en ningún sitio en el exterior, y si lo haces, estás muy incómodo porque no puedes apoyarte. Tienes la sensación de que a través de la ropa también puedes ser contagiado.
  • Utilizas mucha lejía, tienes las manos destrozadas.
  • Salir a la calle se convierte en una tortura por la cantidad de rituales que te obligas a realizar a la llegada a casa. Limpieza de suela de los zapatos, aunque los vayas a dejar a la entrada. Lavado de toda la ropa, ducha.

Estamos viviendo una etapa muy preocupante; estamos en una pandemia muy peligrosa; pero volvernos irracionales no nos servirá de nada. Hay que ser prudente, desde la racionalidad.

Lo básico para ser racionales:

  • Esto es un virus respiratorio, se contagia cuando estás en contacto con una persona que esté infectada. Por eso es importante relacionarnos siempre con mascarilla, y mantener la distancia de seguridad.
  • Nos contagiamos si tocamos algo que esté contaminado y a continuación nos tocamos la nariz y/o la boca; por eso debemos lavarnos las manos con frecuencia; y, por supuesto, cada vez que lleguemos a casa.
  • Estar al aire libre en lugares que no estén muy llenos, es seguro.

Nuestra salud mental es importante, por eso debemos estar alerta si vemos que nos estamos obsesionando y estamos pensando constantemente en contaminación. Si además de la pandemia, sufrimos un trastorno obsesivo compulsivo, podemos padecer una ansiedad y un malestar tremendos; que en algunos casos -estamos viendo- llevan a la depresión.

Cuidado con los “rituales” anti contaminación:

  • No hagas determinados rituales solo para quedarte tranquilo. Analiza si realmente son necesarios.
  • Si ves que los rituales te están desbordando, piensa que, seguramente, te estás excediendo.
  • Consulta con los expertos qué medidas son necesarias y cuáles no.
  • Intenta mantenerte tranquilo, distráete, piensa en otras coas, hazlo por tu salud mental.

Si no consigues nada de lo anterior, busca ayuda de un profesional.

¿Te sientes «forzado» a no seguir las medidas de distanciamiento?

¿Te hacen sentir que eres un cobarde por llevar mascarilla?¿Te hacen sentir incómodo por no acercarte?¿No sabes cómo defender lo que crees que debes hacer?

Has quedado con unos amigos y eres el único de la reunión que no se quita la mascarilla. Te preguntan «¿Tienes miedo?» . Tu te sientes más cómodo llevándola, porque has decidido protegerte, o proteger a tus padres, o a tus hijos, o a tus hermanos, o ser un buen ciudadano…. pero, te sientes presionado y te la quitas.

Hacía tiempo que no veías a tu amiga, a tu tía, a tu colega… cuando llegas te abre los brazos. ¿Cómo le dices que ahora no das abrazos? Te sientes obligado y, en contra de tus principios, das el abrazo.

Algunas razones por las que no deberías dejarte arrastrar por los que no respetan el distanciamiento:

  • El miedo existe para protegernos. El miedo es una emoción, y como tal, es imprescindible. Está creada por la naturaleza para que sobrevivamos. Todos los animales sienten miedo, y gracias al miedo sobreviven a los peligros. En esta pandemia, el miedo es también necesario, no un miedo paralizante, ni que nos impida vivir; solo un miedo suficiente, que nos lleve a protegernos y a proteger a los demás.
  • Nuestra sociedad está en peligro. Es cierto que los más vulnerables son los mayores; y los jóvenes, en su mayoría, se sienten a salvo. Pero todos los jóvenes tienen familiares mayores, y, aunque no fuera así, pertenecen a una sociedad que ahora está en peligro. Cuidar de esa sociedad es una obligación. Si no te cuidas estás siendo un egoista y un mal ciudadano. Da igual la edad que tengas.
  • Es un buen momento para empezar a no preocuparte por lo que los demás piensen de ti. ¿Por qué es tan grave que piensen que tienes miedo? Tanto si lo tienes como si no, que piensen lo que quieran.
  • No tienes por qué dar muchas explicaciones. Haz lo que has decidido. Basta con que digas: «estoy siguiendo las normas, o prefiero ser prudente, o ya te daré ese abrazo y mucho más fuerte cuando pase esto… «
  • Querer y respetar a los demás, en estos momentos, se demuestra con distancia.
  • En la vida merece la pena arriesgarse por cosas importantes: el trabajo que quieres, el amor que persigues, tus intereses, tus aventuras, tus amigos… Arriesgarte a contraer un virus no tiene nada de interesante.
  • Arriesgarte a tener que estar en una UCI sin poder respirar o contagiar a tu madre y que muera, no te convierte en una valiente.
  • Cuanto más tiempo dure esta pandemia más nos empobreceremos. No se trata solo de cumplir con las normas; nuestra sociedad no volverá a funcionar con normalidad hasta que todos nos sintamos seguros: contribuye a que esto ocurra pronto.

«Estoy paralizado, no me apetece hacer nada».

Preguntarnos, continuamente, si nos apetece o no lo que vamos a hacer, no tiene sentido. Esa duda nos complica la vida.

La vida tiene que ser agradable, hay que intentar que nos guste lo que hacemos, pero preguntarnos, continuamente, si nos apetece o no lo que vamos a hacer, no tiene sentido.

Está muy bien sentirse libre para elegir. Elegir un camino y seguirlo. Eso no significa que todo vaya a ser fácil y cómodo.

Lo fácil y cómodo no suele funcionar a medio o largo plazo; pero tampoco a corto plazo, porque no nos sentimos reforzados cuando no hacemos algo que nos parezca estimulante.

Este confinamiento, y ahora medio confinamiento, nos ha relentizado. Al principio estaba bien, se trataba de relajarnos, pero no podemos seguir con esa inercia, no nos sienta bien.

Muchas personas me dicen que no les apetece hacer nada, que sus días son inútiles y se sienten mal. Para no llegar a deprimirse hay que ponerse en marcha.

Piensas: “No me apetece” y piensas “¿Lo hago o no lo hago?… podría no hacerlo.”

¿Por qué crees que “me apetece – no me apetece” es un criterio válido?

Te propongo lo siguiente para que el “no me apetece” no domine tu vida:

1.- Que tu criterio sea: “Hago lo que decido”.

2.- Busca objetivos.

3.- Los objetivos pueden estar lejos pero hay que trocearlos y convertirlos en pequeños retos que estén cerca.

4.- Elimina parte de lo que has pensado que deberías hacer, quédate solo con lo importante y sé realista. No seas muy exigente.

5.- Decide qué vas a hacer al día siguiente.

6.- Cuando llegue el momento: no te permitas dudar. No vuelvas a preguntarte: ¿Lo hago o no lo hago?

7.- Prémiate cada día por hacer lo que te has propuesto.

8.- Cuando pase un tiempo, haz balance y seguro que te haces fan de esta filosofía: HAGO LO QUE DECIDO.

¿Qué nos puede enseñar, de nuestras relaciones, el confinamiento?

Muchas personas me preguntan si los pacientes han empeorado, psicológicamente, en estos tiempos tan difíciles… y contesto: depende.

Cada cual (me refiero a todo el mundo, no solo pacientes) lo lleva de una manera: bien, mal, regular… Y no es el miedo el factor relevante. Exceptuando sanitarios o trabajadores que viven situaciones de estrés por su implicación en la pandemia; exceptuando también personas claramente hipocondriacas; los demás vivimos esta pandemia en función de otros factores, y el principal son nuestras relaciones con los demás.

Algunas situaciones, en RELACIÓN CON LOS DEMÁS, EN LA PANDEMIA:

  • Los que están confinados en familia con pareja e hijos pequeños y están encantados, porque normalmente se ven menos, tienen que correr mucho, se separan todos los días de sus hijos sin ganas de separarse. Estos están viviendo “un momento dulce”. Por supuesto, los niños están felices, al igual que sus padres.
  • Los mayores que están confinados aislados, “por su propio bien”, y sufren por no poder ver a sus hijos, en muchos casos, a sus nietos. Muchos de ellos dedican su vida a ser cuidadores de sus nietos, así se sienten útiles y queridos; ahora sienten el vacío. Si están con la pareja, en muchas ocasiones, tienen una relación ya muy distante y se sienten un poco solos. Si están solos, el dolor es muy profundo. Solo las llamadas y videollamadas de sus hijos y nietos les consuelan.
  • Los adolescentes que están confinados en su habitación. En general, lo llevan bien. Están acostumbrados a las relaciones virtuales. Con su teléfono, ordenador o tablet se conectan a sus amigos durante todo el día. Salen de la habitación para las comidas. Si tienen suerte y tienen unos padres que lo entienden, están encantados.
  • Los tímidos. Buenos tiempos para los tímidos. Esos pacientes que venían a la consulta porque no sabían relacionarse con los demás… han dejado de tener problemas. Y están geniales porque ahora no tienen que hacer el esfuerzo, tienen la excusa perfecta. No echan de menos a los demás porque para ellos relacionarse supone siempre un esfuerzo y, ahora, no tienen que pasar esa prueba tan costosa.
  • Los que temen morir solos. Hay personas miedosas, cuyo mayor temor es enfermar y ser aislados. Saben que si van al hospital irán solos y sufren ansiedad por ello. Cualquier síntoma les hace ponerse muy nerviosos. Puede que sean algo hipocondriacos, pero no lo pasarían tan mal si supieran que podrán ir acompañados al hospital, compartiendo esos malos momentos con los familiares. En muchos casos, ocultan sus malestares a los que tienen a su alrededor por miedo a que “se los lleven”; se dan incluso ataques de pánico.

Tal vez todos podamos sacar nuestras propias conclusiones de lo que estamos viviendo, y, por supuesto, se pongan como se pongan los materialistas: los afectos mueven el mundo.

Tal vez podríamos descubrir que:

  • Muchas personas no viven como querrían, querrían dedicar más tiempo a estar con los suyos y, tal vez, se lo deberían permitir. ¿Hay que organizarse de otra manera? ¿Correr menos? ¿Estar más en casa? Igual hay que “producir” menos. Difícil sí, difícil cambiar, pero…
  • Los mayores… ¿dependen demasiado de sus hijos, de sus nietos? La estructura familiar que vivimos en España, más en Andalucía, hace que muchas personas a partir de los 50 o 60 años, o incluso antes, solo cuenten con la familia como sustento afectivo. Seguir teniendo amigos, redes de personas de sus mismas edades sería fundamental. Se puede tener 80 o 90 años y tener amigos. Dicho esto, ocuparnos de los mayores es también fundamental. Hay que promocionar a los mayores, que en nuestra sociedad están tan poco valorados.
  • Los tímidos podrían sacar muchas conclusiones. Si estando sin esa presión se sienten bien ¿Por qué no intentan presionarse menos? Siempre les digo que en realidad no quieren relacionarse, que solo quieren poder pensar que son aceptados. Si dejaran de presionarse tanto vivirían mejor. Con esto no quiero decir que se aíslen de por vida. Pero no hace falta triunfar socialmente, no hay que compararse con los demás. Hay que dejar de envidiar a los que consiguen ser líderes. Elijamos a las personas con las que podemos sentirnos más cómodos y tratemos de mostrarles nuestro interés, nuestro afecto. Mostremos afecto hacia algunas personas, poco a poco, y de verdad. Todos tenemos esa capacidad, no hay que ser los más graciosos, los más ingeniosos, siempre habrá alguien que necesite nuestra amistad.

Y no puedo dar un consejo fácil a los que temen morir solos, estas personas, probablemente, necesitan ayuda profesional, directa. Pero sí quiero decir que nuestra sociedad debería humanizar esta pandemia y tratar por todos los medios de que si una persona es ingresada por coronavirus pueda estar acompañada. Entiendo que, para que eso se pueda hacer con seguridad, hay que invertir mucho en protección. Hay que hacerlo.

Dejar de preocuparnos demasiado.

La mayoría de las personas que se preocupan demasiado desearían preocuparse menos. Pero, lo cierto es que, hay algunas …

Tu no tienes la culpa de tener ansiedad, estar depresivo o tener obsesiones…

La salud mental es como el resto de la salud, algo que «te toca» con mayor o menor suerte. Todos elogiamos a aquellos que …

¿Nos estamos volviendo una sociedad con déficit de atención, vamos hacia el TDAH global?

El déficit de atención, que tanto se diagnostica en niños, suele ir unido a la hiperactividad. El mecanismo es el siguiente: …