Blog: Moralidad de cintura para arriba

La ira me puede.

Todos no sentimos furiosos en algún momento. La ira es una respuesta normal del ser humano cuando se siente amenazado o frustrado. No obstante, si no se controla bien, puede convertirse en un problema y poner en peligro tus relaciones con los demás. Y, si sientes ira con mucha frecuencia, estarás alterado y estresado continuamente. 

¿Qué es la ira?

La ira es un estado emocional de intensidad variable, desde una ligera irritación hasta una furia violenta.
Algunas personas son capaces de expresar su ira de forma controlada y constructiva, mientras que otras ‘explotan’ .

Características de la ira: ¿Qué pasa en nuestro cuerpo?

Se caracteriza por un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de los niveles de adrenalina.
También suele aparecer sudor, enrojecimiento, aumento de la tensión muscular, aceleración de la respiración, aumento de la energía y de la gesticulación.
La ira disminuye la capacidad de razonar.



¿Cuándo se convierte en un problema?

Cuando la persona reacciona con una ira descontrolada.
 Esa persona experimenta una sensación de alivio durante el arranque de rabia.
  Se arrepiente, siente remordimientos y sentimientos de culpa. Querría poder volver atrás y controlarse.
Eso es lo fundamental, uno se arrepiente porque no lo ha hecho voluntariamente.
Más importante que controlar la ira es no llegar a sentirla. Todos podemos sentir ira alguna vez, pero si sientes ira continuamente es que tu relación con el mundo está equivocada.

¿Cómo dejar de sentir tanta ira?: Cambia tu forma de pensar.

          Acepta que las personas y las situaciones no son necesariamente como tú quieres.

         Acepta que somos nosotros mismos los causantes de nuestro enfado, y no los demás, y que debemos modificar esa tendencia por nuestro propio bien.

         Modifica los pensamientos asociados a la ira:
Por ejemplo: ese tipo de pensamiento como: “siempre hace lo mismo…””nunca me escucha…” Ese pensamiento absoluto que hace que nuestra ira crezca.

         Tener razón no es tan importante como tú crees. Todos creemos tener razón.

         Analiza si tu sentido de “la justicia” es demasiado inflexible. 

         Aprende formas de comunicación asertiva, es decir, digo lo que quiero decir y lo digo a tiempo y bien.
Y para no perder el control…

         Analiza qué situaciones te hacen perder el control, qué momentos, qué circunstancias.
Ejemplo:
Cuando llegas a casa cansado.
Cuando ves el cuarto de tu hijo desordenado.
Cuando te metes en un atasco.

         En la medida de lo posible, evita discusiones en esos momentos.

         Analiza qué personas y qué discusiones te llevan a perder el control y por qué.
Están las discusiones que se repiten una y otra vez y que siempre te hacen perder el control; decide de una vez por todas si quieres repetirlas o no. Tal vez quieras sustituirlas por algo más eficaz.

         Piensa que para conseguir tus objetivos debes mantener el control, y perder el control no te ayuda nunca.

         Cuando empieces a notar los signos de que te estás poniendo furioso, respira y retírate. Aprende a relajarte respirando.

         Si estás discutiendo da por concluida la discusión o aplázala amablemente para más tarde

         Haz un autorregistro, para sentirte orgulloso de ti mismo. Anota cada vez que hayas sido capaz de abandonar un ataque de ira.

         Y piensa en todo lo que te ahorras, te ahorras pedir disculpas, sentirte culpable, sentir que has descontrolado. Y si tienes algo que resolver estás en mejores condiciones para hacerlo.

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