Categoría: <span>padres dependientes emocionalmente de sus hijos</span>

Adolescentes, padres, dependencia afectiva…

Siempre se ha sabido que la adolescencia es una edad difícil y que relacionarse con esos jovencitos se convierte en algo complicado para los padres, aunque la relación hasta ese momento haya sido normal.  La comunicación puede ser imposible… etc. etc. etc. Hasta ahí, todo sabido y todo normal. Lo que ha cambiado, en algunos casos, no es el comportamiento de los adolescentes sino el de los padres.

1.- Por una parte, en la actualidad, nos empeñamos en convertir a los hijos en “los reyes de la casa”, eso les hace sentir que tienen poder, y les lleva a ser más egocéntricos y despóticos de lo que lo hubieran sido en otra época ó si no hubieran estado tan mimados. Sus deportes, los cumpleaños de sus amigos, por supuesto sus estudios… todo eso se convierte en la actividad más importante de la familia.  Cuando a alguien que se está formando le haces creer que es “el-la más importante”, se lo cree y se comporta como tal.

2.- El siguiente elemento es el divorcio. Y como consecuencia nos encontramos con algunos padres -padres o madres- que se sienten solos y viven con sus hijos unas relaciones de dependencia absolutamente enfermizas. Evidentemente no son todos, pero sí una proporción importante como para dedicarles una pequeña reflexión.

Conozco a padres que han formado varias familias a lo largo de su vida -en este caso son hombres ya que pueden procrear siendo muy mayores- hombres que tienen nietos e hijos de la misma edad. Cuando un hombre que se ha quedado solo, tiene un hijo que podría ser su nieto y su vida está falta de alicientes, la posibilidad de crear una dependencia afectiva del hijo es grande.

También veo a madres divorciadas que viven por y para sus hijos, sin pareja, con una dedicación casi exclusiva a los niños, sin tiempo para ellas, y, en lugar de buscar su hueco, se convierten en dependientes afectivas de sus hijos adolescentes.

Mientras los hijos son pequeños no hay problema. Pero, cuando llegan a la adolescencia, ellos empiezan a tener sus propios intereses. Y sus intereses son sus amigos, el sexo que empieza a manifestarse, las aficiones que no solo entretienen sino que también definen. Y los padres son algo que está ahí… a su servicio, o, en el mejor de los casos, que está por si hace falta.  Pero no tienen tiempo para pensar en los padres, es normal.  Entonces esos padres que han basado su vida –sobre todo la afectiva- en ellos, empiezan a sufrir, están pendientes de todos los detalles, susceptibles, demandando unas migajas de cariño, mientras los hijos… no los ven. No es que no los quieran, es que no los ven. Esos “chavales” no tienen nada que decirles a sus padres, porque están en sus cosas. Probablemente cuando sean mayores volverán a “ver” a sus padres pero en esos momentos la vida es demasiado potente y novedosa, y los absorbe.

3.- Hay otros factores de riesgo además del divorcio. Los hijos únicos, las personas con vidas poco estimulantes, amas de casa, parados, parejas que no se proporcionan ninguna comunicación, etc. etc.

Los que hemos sido padres coincidimos en que los hijos son lo más importante para nosotros, claro. Pero eso no puede significar que deban ocupar lugares que no les corresponden. No son nuestros amigos, no son nuestras parejas, no pueden cubrir la mayor parte de nuestras necesidades afectivas.

El que sean “lo más importante en términos absolutos” no significa que su partido de futbol o el cumpleaños de su amiguita sean más importantes que nuestra reunión de amigos o nuestro partido de padel, pongamos por caso. No debemos hacerles sentir que son los que mandan, pero tampoco podemos presionarlos para que cubran huecos que debemos llenar de otras formas.

Se podría pensar que estoy definiendo algo así como un “Complejo de Edipo, o de Electra” al revés. Bueno, como imagen literaria puede ser, pero sin ninguna pretensión  psicoanalítica por supuesto. Mi intención es modesta: ¡Alerta padres: los hijos no son un refugio y menos los adolescentes!

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