Desde el convencimiento de que soy una feminista
consecuente, y hasta recalcitrante, me permito este humilde post en el que, en lugar de bronquear a los hombres por no facilitarnos la igualdad, me dirijo a nosotras.
Empecemos con la tan traída y llevada conciliación familiar que tanto nos estresa, condiciona y contribuye a que tengamos profesionalmente el techo de cristal. Aunque algunos digan que esto suena a rancio (suelen ser los que nunca se han dado por aludidos), todas (o casi) las compañeras de trabajo que he tenido -por no hablar de mi misma- se han quejado siempre de tener que llevar sobre sus hombros el peso de la organización familiar. Todas (o casi) coordinan compra, colegios, cocina, médicos, pediatras, fiestas familiares, limpieza etc. etc. Y tienen, como mínimo, la última responsabilidad.
En el mejor de los casos, se comparten tareas, pero no se cede el control. Y, digo bien, no se cede. Ciertamente nadie se pelea por tener el “honor” de tener que acordarse del calendario de vacunas, la fiesta infantil de disfraces, la compra de yogures, la ropa tendida… así que, si nosotras lo asumimos, pues, ¡ Ala !, nos lo quedamos para siempre. Y, lo peor, es que estemos convencidas de que, sin nuestro ímprobo esfuerzo, la familia sería un caos.
No creo que nadie dude de que los hombres también puedan hacer lo mismo. Cada uno a su manera, claro, no a la nuestra; en muchos casos poniendo menos interés que nosotras… puede ser, pero tampoco pasa nada; ellos no suelen obsesionarse por la limpieza o el orden, bueno… ¿y qué? no ponen multas por dejar la cocina sin recoger o la cama deshecha; y si el disfraz del niño es más cutre, ¿qué más da? Seguro que, si algo es importante, no lo olvidarán. He oído muchas veces a compañeras dando instrucciones precisas e incuestionables, sin dejar la posibilidad de que sus parejas hagan “a su manera” lo que seguro pueden y deben hacer. (repito que aquí no voy a hablar de la actitud de ellos, que es otra cuestión).
Cuando nos divorciamos, comprobamos que nuestros hijos siguen vivos… en manos de sus padres. Y esto me lleva a otro tema tal vez más polémico y, sin duda, más importante para todos. Me decía el otro día un amigo: “ahora los conservadores están a favor de la custodia compartida y los progresistas no…” él lo decía incrédulo y yo, sinceramente, tampoco lo entiendo.
El único motivo por el que puedo pensar que no se le debe dar la custodia compartida a algunos padres – hombres – es porque no se la merecen: no se han ocupado de sus hijos mientras vivían en pareja, mientras los niños eran pequeños. Eso es cierto, hay muchos casos así, probablemente la mayoría, pero aún así, aunque NO SE LO MEREZCAN creo que es mejor para todos compartir:
–Para los hijosporque no pierden a ninguno de los dos y porque en su esquema mental no quedará que la madre es alguien que cuida y el padre alguien que paga; sino que ambos cuidan y pagan, y así tal vez evolucionemos, por fin, hacia una sociedad igualitaria.
-Es mejor para nosotras que tendremos tiempo para desarrollar otras facetas, además de la maternal: la profesional con menos estrés, nuestras aficiones e, incluso, tendremos tiempo para los amigos y los amores. Además, nuestros hijos nos verán como personas completas.
-Y será mejor para los padres, que desarrollarán esas facetas de cuidado que, por supuesto, son capaces de hacer y que los convierten en seres humanos más completos y mejores. Tendrán la ocasión de comprobar cómo cuesta compatibilizar el trabajo y la familia y eso puede influir, incluso, en la mejora de los horarios laborales y en el aprovechamiento real del tiempo que pasamos todos -ellos y nosotras- en los lugares de trabajo.
Me he pensado mucho escribir estas consideraciones sobre custodia compartida porque la idea de estar de acuerdo con Gallardón me pone los pelos de punta, pero, seguramente, él no se ha dado cuenta de que la medida es progresista. Eso sí, no creo que deba imponerse. Habrá que convencer. Siempre es mejor.