Blog: Moralidad de cintura para arriba

¿Cómo sé si me manipulan?

La manipulación es el intento de que otra persona haga lo que nosotros queremos, creyendo que lo hace por iniciativa propia.

El manipulador se aprovecha de la debilidad del otro.

Estas son las principales armas del manipulador:

  •  Crear sentimiento de culpa en el otro. Hacerse la víctima.

  •   Aprovechar que el otro teme el conflicto. El manipulador sabe que lo va a eludir a costa de lo que sea.

  •    No comunicar nunca abiertamente las peticiones ni los deseos.

  •    Cambiar de opinión según convenga. Con el manipulador entran ganas de grabar o apuntar lo que dice.
  •     Poner en entredicho las cualidades de los demás, saber que debilitando a los demás tendrá más poder.
  •    Trasmitir los mensajes a través de intermediarios.

  •    Sembrar discordia: “divide y vencerás”.

  •    Chantajear, de forma más o menos directa.

Aunque todos podemos manipular en un momento dado, las personas manipuladoras suelen ser egocéntricas y no soportan las críticas.
¿Cómo comportarse con un manipulador?

  •     Intenta, sobre todo, que no te haga dudar de ti mismo.

  •      No cedas por comodidad. Si se da cuenta de que lo tiene difícil es posible que te respete más.

  •    Trata de que diga abiertamente lo que quiere.

  •      Siéntete libre para negarte. Si tenemos fundamentos sólidos y suficientes en contra de la idea que nos están proponiendo, expresar nuestro desacuerdo es un derecho que nos permite marcar nuestros límites.

  •     En la medida de lo posible, aléjate de los manipuladores. Pero es imposible que no haya en tu vida alguna persona manipuladora:

Si la persona que intenta manipularte es importante en tu vida y/o forma parte de tu familia – por ejemplo tu madre, tu hijo – trata de no enfrentarte con agresividad pero dile serenamente lo que quieres.

Si es tu pareja, piensa que es complicado convivir con un manipulador, déjale claro desde el principio que no vas a ceder a su chantaje. Y plantéate si te compensa la relación.

Si quien quiere manipularte tiene poder sobre ti – un jefe al que no puedes enfrentarte – no trates de “desmontar” su juego, el manipulador nunca lo reconoce.
          


La manipulación se aprende desde pequeños. Los niños saben cómo manipular a sus padres para conseguir lo que quieren.

Hay formas de manipulación muy perversas, como las que ejercen algunos padres divorciados poniendo al hijo contra el otro progenitor.

La manipulación forma parte de nuestra sociedad. Las religiones, las ideologías, los medios de comunicación, todos contribuyen a que creamos que queremos lo que no sabemos si queremos o no.

Afrontar la injusticia.

La sensación de sentirse injustamente tratado es una de las circunstancias que más sufrimiento genera a las personas. Y la que más ira provoca.

Las situaciones de injusticia, son tan variadas que es imposible resumirlas. Van desde detalles pequeños e íntimos a situaciones sociales y universales.
“Me siento injustamente tratado por mi madre porque no reconoce mi esfuerzo, en cambio, a mi hermana la halaga continuamente”.
“Me parece injusto tener que aguantar a un jefe manipulador y mentiroso, que ocupa ese puesto por trepa y enchufado y encima me critica”.
“Me siento víctima de la injusticia social porque he nacido en una familia pobre y tuve que trabajar desde muy joven mientras los demás se divertían”.

¿Siempre que me siento injustamente tratado tengo razón? NO
No siempre tengo razón, a veces, soy demasiado susceptible o tengo una visión sesgada del tema, pero, otras veces, sí tengo razón. Porque convivimos continuamente con la injusticia.

¿Qué es la injusticia? Se define como la falta de justicia.
Si entendemos que la justicia es la búsqueda del bien común y del bienestar conjunto, la injusticia será entonces el beneficio de algunos en pos del perjuicio a otros.


¿Cómo podemos actuar respeto a la injusticia para no sucumbir, no sufrir en exceso, no sentir una ira insoportable?

1)  Tratar de entender por qué otros son injustos. Eso no significa que los disculpemos, pero nos ayudará a rebajar la intensidad de nuestro malestar. Por ejemplo:
 “Mi madre es injusta cuando me dice que no me esfuerzo, pero es injusta por ignorancia”.
“Mi jefe es injusto cuando me ningunea porque teme que le quite el puesto, es injusto por cobarde y egoísta”.

2) Si somos honestos, reconoceremos que alguna vez nosotros también somos injustos con los demás.

3) Si podemos hacer algo para mejorar una situación de injusticia lo haremos, pero siempre intentando ser inteligentes y no dejando que la ira nos ofusque.

4) Si optamos por ser personas justas hagámoslo con todas sus consecuencias. No esperemos que los demás sigan nuestro ejemplo, porque probablemente no lo harán. Ser congruente con nuestros valores es una opción valiente, pero hay que ser fuerte para mantenerse. Esta opción tiene que ver con el concepto del honor y se aprende en la familia, en el entorno social. Hay sociedades, como la japonesa, donde ese concepto es extremo y, al parecer, hay personas que prefieren morir a perder el honor, a no poder mantener su palabra. Nosotros vivimos en una sociedad “más relajada, más laxa”; esto tiene ventajas e inconvenientes, entre los inconvenientes… somos injustos con más facilidad.

¿Discutir o no discutir?

Discutir no es, en principio, algo negativo. La palabra viene del latín de una palabra muy parecida que significa “resolver”. Dos personas, o más, pueden discutir un asunto para oír varios puntos de vista, analizar una cuestión con varios argumentos y ponerse de acuerdo.


La discusión, hoy en día, tiene muy mala prensa. Está mal vista.


Debo confesar que yo aprendí a discutir en mi infancia, como un deporte. Mi padre y yo discutíamos sin enfadarnos, por puro entretenimiento. Más tarde me di cuenta de que ese tipo de discusión no era fácilmente trasladable a otros ámbitos o con otras personas. Hay personas a las que la discusión pone muy nerviosas.

La discusión se convierte en un problema cuando:

         Cuando las personas que discuten se ponen agresivas.
         Cuando abandonan el tema del que están hablando para pasar al ataque personal.
         Cuando no son capaces de parar la discusión si no se llega a un acuerdo.
         Cuando no son capaces de renunciar a tener razón.

Con el tiempo me he dado cuenta de que es muy saludable no tener la necesidad de discutir:

         No tener la necesidad de decir siempre lo que uno piensa, sobre todo cuando está con personas a las que no les interesa.
         Es un signo de madurez tener la capacidad de retirarse a tiempo de una discusión.
         Renunciar a convencer: No siempre tenemos que convencer a los demás. Podemos intentarlo pero… siendo capaces de entender que el otro tiene otro punto de vista.
¿Cuándo podemos discutir?

         Cuando tenemos delante a personas capaces de intercambiar distintos puntos de vista sin enfadarse.
         Cuando tenemos la seguridad de que la discusión no nos va a llevar a perder el control.
         Cuando estamos seguros de que podemos poner un punto y final como si de un deporte se tratara.
¿Con qué tipo de personas es mejor no discutir nunca?

         Con personas autoritarias que solo quieren imponer su opinión.
         Con personas demasiado susceptibles que pueden malinterpretar cualquier tono o réplica.
         Con personas intolerantes, inflexibles, paternalistas… que no tienen ningún interés en la opinión de otro.

La ira me puede.

Todos no sentimos furiosos en algún momento. La ira es una respuesta normal del ser humano cuando se siente amenazado o frustrado. No obstante, si no se controla bien, puede convertirse en un problema y poner en peligro tus relaciones con los demás. Y, si sientes ira con mucha frecuencia, estarás alterado y estresado continuamente. 

¿Qué es la ira?

La ira es un estado emocional de intensidad variable, desde una ligera irritación hasta una furia violenta.
Algunas personas son capaces de expresar su ira de forma controlada y constructiva, mientras que otras ‘explotan’ .

Características de la ira: ¿Qué pasa en nuestro cuerpo?

Se caracteriza por un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de los niveles de adrenalina.
También suele aparecer sudor, enrojecimiento, aumento de la tensión muscular, aceleración de la respiración, aumento de la energía y de la gesticulación.
La ira disminuye la capacidad de razonar.



¿Cuándo se convierte en un problema?

Cuando la persona reacciona con una ira descontrolada.
 Esa persona experimenta una sensación de alivio durante el arranque de rabia.
  Se arrepiente, siente remordimientos y sentimientos de culpa. Querría poder volver atrás y controlarse.
Eso es lo fundamental, uno se arrepiente porque no lo ha hecho voluntariamente.
Más importante que controlar la ira es no llegar a sentirla. Todos podemos sentir ira alguna vez, pero si sientes ira continuamente es que tu relación con el mundo está equivocada.

¿Cómo dejar de sentir tanta ira?: Cambia tu forma de pensar.

          Acepta que las personas y las situaciones no son necesariamente como tú quieres.

         Acepta que somos nosotros mismos los causantes de nuestro enfado, y no los demás, y que debemos modificar esa tendencia por nuestro propio bien.

         Modifica los pensamientos asociados a la ira:
Por ejemplo: ese tipo de pensamiento como: “siempre hace lo mismo…””nunca me escucha…” Ese pensamiento absoluto que hace que nuestra ira crezca.

         Tener razón no es tan importante como tú crees. Todos creemos tener razón.

         Analiza si tu sentido de “la justicia” es demasiado inflexible. 

         Aprende formas de comunicación asertiva, es decir, digo lo que quiero decir y lo digo a tiempo y bien.
Y para no perder el control…

         Analiza qué situaciones te hacen perder el control, qué momentos, qué circunstancias.
Ejemplo:
Cuando llegas a casa cansado.
Cuando ves el cuarto de tu hijo desordenado.
Cuando te metes en un atasco.

         En la medida de lo posible, evita discusiones en esos momentos.

         Analiza qué personas y qué discusiones te llevan a perder el control y por qué.
Están las discusiones que se repiten una y otra vez y que siempre te hacen perder el control; decide de una vez por todas si quieres repetirlas o no. Tal vez quieras sustituirlas por algo más eficaz.

         Piensa que para conseguir tus objetivos debes mantener el control, y perder el control no te ayuda nunca.

         Cuando empieces a notar los signos de que te estás poniendo furioso, respira y retírate. Aprende a relajarte respirando.

         Si estás discutiendo da por concluida la discusión o aplázala amablemente para más tarde

         Haz un autorregistro, para sentirte orgulloso de ti mismo. Anota cada vez que hayas sido capaz de abandonar un ataque de ira.

         Y piensa en todo lo que te ahorras, te ahorras pedir disculpas, sentirte culpable, sentir que has descontrolado. Y si tienes algo que resolver estás en mejores condiciones para hacerlo.

La manipulación de los hijos, la llamada «alienación parental».

La llamada “alienación parental”ha sido objeto de disputas entre asociaciones de padres divorciados y asociaciones de feministas. No me interesa en absoluto esa discusión. Es posible que se haya tratado de utilizar este concepto de forma interesada y deshonesta, no lo dudo. Pero la alienación parental, o lo que es lo mismo, la manipulación de los hijos por uno de sus progenitores, existe. Existe y se da mucho. Y es una práctica que priva  -o casi- a los hijos de uno de sus padres; y causa un dolor extremo en el padre/madre que queda relegado.

Manipular a una persona es muy fácil, solo hay que ver como en cada época todos cambiamos nuestros valores, creencias y gustos en un mismo sentido. Creer que somos libres al pensar es… muy ingenuo. Pues bien ¿Cómo no va a ser facilísimo manipular a un niño?


Cuando la inmensa mayoría de las custodias las tenían las madres, eran ellas las manipuladoras. Por una sencilla razón, eran las que estaban con sus hijos y tenían la posibilidad de manipularlos.
Pero esto no es una cuestión de sexos, cualquier persona puede ser manipuladora. Ahora, cuando empiezan a crecer las custodias compartidas, empezamos a ver como muchos padres se convierten en manipuladores.

A las consultas llegan madres con un tremendo dolor, ven como sus hijos se están alejando de ellas, manejados por sus padres. Creo que soy objetiva al pensar que las madres sufren especialmente esta situación, tal vez porque los han parido, tal vez porque se han ocupado más de ellos cuando eran pequeños, o, tal vez, solo porque culturalmente parece más grave que una madre pierda a sus hijos.

En cualquier caso, tanto para una madre como para un padre, es una situación muy dolorosa.
El padre/madre manipulador normalmente quiere al hijo para él solo, quiere todo el amor de ese hijo, quiere todo el poder y, a veces, quiere vengarse del otro, porque le ha dejado o por cualquier otro tipo de razones.

¿Cómo se comporta el manipulador?

·        Convence al niño de que no puede vivir sin él.

·        Desprestigia al otro. Lo acusa de ser egoísta, estar loco-a, de no saber cuidarlo etc.

·        Si puede, lo compra con regalos, caprichos o dinero. O con falta de disciplina y excesiva tolerancia.

·        Hace creer al niño que si ama al otro le hace daño a él.

·        Hace que el niño se sienta incómodo al relacionarse con el otro, el niño se siente como un traidor.

·        Su fin es conseguir que el niño rechace al otro.

¿Qué hacer si nos vemos en esa situación?

Se puede acudir a la justicia. Los juzgados tienen psicólogos que saben detectar esta manipulación. Se puede intentar, sobre todo cuando los niños son pequeños; cuando son adolescentes en muy difícil porque verse inmersos en esa lucha les hace reafirmarse en lo que el padre manipulador les ha inculcado.

Algunos consejos para el progenitor que está perdiendo a sus hijos:

·        Intenta ver la situación con objetividad. Aunque te duela, no creas que tu hijo no te quiere, tu hijo no te ve, solo ve lo que el manipulador le ha inducido a pensar. Convéncete de que la manipulación a un ser humano puede llevar a situaciones extremas, piensa que hay quien llega a inmolarse por ideas fanáticas, y tu hijo es un niño.

·        No entres en la dinámica de criticar al manipulador. Solo se volvería contra ti. Mantente. Demuéstrale que eres distinto.

·        Sigue ahí, dispuesto a saber de él-ella. Sigue intentado verle, aunque sean “unas migajas” no las desprecies, deja el orgullo a un lado, se inteligente.

·        Cuando lo veas no utilices el tiempo para hacer reproches. Trata de saber si se encuentra bien. Y alégrate por sus éxitos.

·        No te sientas culpable pensando que te has equivocado en algo o que algún error has tenido que cometer; a veces nos vemos envueltos en situaciones injustas sin ser responsables de ellas.

·        Muchas veces estas situaciones suelen cambiar. Si tú no te has alejado, si siempre has estado ahí a pesar de todo; si el orgullo no te ha podido, hay muchas posibilidades de que tu hijo se dé cuenta, cuando sea un poco mayor, de que tú no eres como le han contado.

·        En muchos casos, los hijos se dan cuenta, con el tiempo, de que han sido injustos.

·        En cualquier caso, aceptar con calma y sabiduría una situación tan injusta como esta es un signo de inteligencia y puede hacer que lo lleves con tranquilidad, de lo contrario puedes enfermar, hay muchas personas que enferman por esta razón.


   

¡¿Por qué me enamoro de un celoso-posesivo?!

Cada vez que celebramos un 8M, cada vez que abordamos un tema de malos tratos… hablamos de prevención. Y para prevenir hay que intentar entender el comportamiento humano. Porque las personas no llegan a situaciones extremas porque sí. Todo tiene un proceso y en ese proceso intervienen las ideas equivocadas pero también las emociones, los sentimientos.

La sociedad ya no le dice a la chica que obedezca a su novio o a su marido. Parece que el mensaje está claro. Pero… en las consultas seguimos viendo chicas muy jóvenes que aceptan situaciones de sometimiento. “No vayas al gimnasio porque te miran todos”;”No te pongas esa falda tan corta”; ”¿Vas a salir otra vez con tus amigas?”.

Cuando esta chica se da cuenta de donde se ha metido, han pasado ya unos años; tal vez, incluso ha tenido hijos. Ella confiesa que ha ido cediendo para no tener problemas. Que lo hizo sin darle importancia, hasta que poco  a poco, el sometimiento fue insoportable.

¿Pero qué tenía ese hombre para que se enamorara de él?
No creo que haya un solo perfil de este tipo de hombre, controlador, machista y posesivo pero he visto muchos, con unas características parecidas: 
– Inseguro. 
– Con pocos amigos 
– Poco apoyo social.
– Que se refugia en esa mujer, su pareja. 

Al principio la chica siente que él la quiere muchísimo. Algunas dicen que nadie las ha querido tanto. Él está pendiente de ella, en muchos casos, obsesionado con ella. No quiere perderla por nada del mundo, por eso la controla, no quiere que nadie se la quite.

Al principio, ella se enamora, se siente muy querida. A medida que va pasando el tiempo, se da cuenta de que algo no funciona, pero ya le quiere y, muchas veces, lo compadece porque sabe que en el fondo es un “desgraciado”; algunos incluso tratan de dar pena, se consideran víctimas de un pasado triste, de una infancia desgraciada.


Deshacerse de este hombre que se ha obsesionado contigo, que te dice que te necesita para vivir, es difícil, muy difícil. Te prometerá lo que quieras oír o te asustará, te dará miedo. Pero esto ya es otra cuestión. De esto hablan los medios continuamente, de cómo salir de esa situación. Y no en todos los casos él es realmente peligroso, aunque siempre te lo pone difícil.

Mi intención era ir al origen y hacernos reflexionar: ella le elige a él porque él “la adora”… ¡¡¡Cuidado!!!

Hoy me he dirigido a “ellas”, pero “ellos” también merecen atención, también sufren mucho.

Soy madre trabajadora y me siento culpable.

Creo que hay muchas formas de vivir y todas ellas son válidas. El problema es cuando uno siente que varias facetas de su vida son incompatibles y no puede prescindir de ninguna. Y eso les pasa a muchas madres trabajadoras.

Hablamos del techo de cristal de las mujeres, por el cual no llegamos a los consejos de administración, a la dirección de las empresas, a rectoras, catedráticas o científicas reconocidas. Cada vez las trabas legales son menores, las sociales siguen estando ahí, pero van disminuyendo. La sociedad patriarcal, en esta zona del mundo, va siendo más flexible. Pero parece que hay barreras que no superamos. ¿Pueden depender de nosotras mismas?

Desde la psicología, vemos los comportamientos individuales. De hombres y mujeres, de padres y madres. Y nos encontramos, a menudo, con madres que se sienten terriblemente culpables por estar trabajando en lugar de estar con sus hijos. Su única justificación, la única que parece calmar sus remordimientos, es que el dinero que ganan lo necesita su familia.

En algunos casos, son profesionales brillantes que ocupan puestos de responsabilidad; su trabajo les gusta y lo hace bien. Acuden a nuestras consultas porque viven un estrés brutal. Su puesto les requiere, a veces, trabajar por la tarde, o terminar un poco después de lo previsto y, estas mujeres lo viven con una angustia tremenda. En muchos casos se plantean pedir una reducción de jornada o demandar un puesto de menor responsabilidad. Saben que, si hacen eso, su carrera profesional se resentirá; tendrán un puesto menos interesante. Dudan, se torturan, sienten angustia. En otros casos, no pueden cambiar su horario de ninguna manera.

Por supuesto la conciliación de la vida familiar y laboral es importante pero… ¿Igual de importante para padres y madres? En la teoría sí, pero lo que vemos habitualmente no es eso. Acaban de ampliar el premiso de paternidad, eso está bien, estaremos atentos a saber cuántos hombres -que no sean funcionarios o empleados públicos – lo disfrutan.


Muchas madres están obsesionadas con que sus hijos les echan de menos; esas madres, se sienten tan culpables, que cuando están con sus hijos se sienten en la obligación de estar atendiéndolos permanentemente, jugando con ellos, ayudándoles.

No dedican nada de su tiempo a ellas mismas; tienen claro que el tiempo que les quitan a sus hijos, por el trabajo, lo tienen que compensar dedicándoles el resto.

Consecuencia: 

–   No disfrutan del trabajo, porque no están relajadas. 
–   Quieren hacerlo bien pero terminando lo antes posible, eso les estresa.
–  Cuando llegan a casa pretenden que todo sea perfecto para compensar.
–  Quieren eso que han oído llamar “tiempo de calidad”. La consecuencia es la frustración permanente, porque los niños tienen sus rabietas, sus cansancios, sus caprichos y “el tiempo de calidad” a veces es simplemente, tiempo normal.

Aunque los padres –hombres- tienen más claro, en la actualidad, que quieren estar con sus hijos; no sufren la culpa por no estar con ellos de la misma manera que las madres, no se obsesionan con que sus hijos les echan de menos y se permiten seguir teniendo hobbies y momentos para ellos mismos.

A las madres les preguntaría:
– ¿Quién decide cuántas horas deben pasar los hijos con sus madres?
– ¿Alguna madre, hace 40 años, jugaba con sus hijos?
– ¿Los niños saben que las madres tienen que estar con ellos desde las 3 en vez de las 7?
– ¿No somos nosotras mismas las que les trasmitimos la angustia de la separación?

No obstante, creo que si lo que te apetece es estar con tus hijos y te lo puedes permitir, permítetelo, trabaja menos o no trabajes. Y disfruta. Lo que no puedes, es machacarte dudando. Y si decides que tu trabajo es importante, disfrútalo también. Y piensa que a tus hijos probablemente les haces un favor. Serán más independientes, aprenderán a entretenerse solos, se relacionarán con más personas “cuidadoras”, seguramente, serán mentalmente más fuertes.

Hagas, lo que hagas: hazlo sin angustia. Lo peor que pueden ver tus hijos es tu angustia.

¿En qué consiste hacer terapia?

Muchas personas al pedir cita para venir a la consulta, me dicen qué no saben cómo es eso de hacer terapia; se sienten confusos, e incluso asustados a veces. Por eso quiero explicar en qué consiste el proceso terapéutico que yo aplico, y que es muy parecido al de todos los psicólogos de formación cognitivo-conductual; es decir, los que seguimos un método científico.

En la primera cita, el paciente me cuenta todo lo que considera importante sobre sus problemas, su situación, su vida… A continuación, le entrego una serie de pruebas, test y autorregistros que, normalmente, hará en casa. Después de corregir los test, y habiendo obtenido mucha información, hago un diagnóstico y una propuesta de tratamiento; se lo entrego al paciente para ver si está de acuerdo. En ese momento, el paciente empieza a trabajar en el cambio.



Los ejercicios varían dependiendo del problema concreto pero, en todos los casos, después de lo que hablamos en la consulta, el paciente tendrá “deberes” que deberá hacer en su vida diaria. Lo más importante es lo que el paciente hace fuera de la consulta: a veces, tiene que escribir sobre lo que estamos tratando, otras veces tendrá que enfrentarse a temores, obsesiones etc.; o se comprometerá a incluir en su vida nuevas actividades, etc. etc.

Cuando es necesario, en la consulta ensayamos alguna técnica de relajación o entramos “en imaginación” en alguna situación problemática; pero, la relajación deberá ensayarse y utilizarse en la vida real y el paciente deberá enfrentarse a las situaciones temidas en la vida real. Alguna vez, muy excepcionalmente, puedo tener una sesión fuera de la consulta para abordar algún problema concreto (por ejemplo, con alguien que sufre ansiedad en la calle).

Solemos vernos al principio una vez por semana y, más adelante, solemos distanciar las sesiones y vernos cada 15 días. La duración de la terapia depende del caso y, también, de lo que la persona pretenda. Algunos solo quieren acabar con sus problemas más inmediatos, mientras que otros quieren un cambio más profundo.


El éxito de la terapia depende en gran medida de la actitud del paciente. Las personas que están dispuestas a cambiar y trabajan para superar sus problemas, suelen conseguirlo. Una terapia ordenada es la clave del éxito. Los terapeutas ponemos nuestros conocimientos y, a ser posible, nuestro entusiasmo, los pacientes hacen la parte más importante. 

Decir «NO PUEDO» es cerrarte puertas.

La forma en que nos hablamos a nosotros mismos es determinante. Pensamos con palabras; y con esas palabras condicionamos nuestras emociones y nuestra conducta.

Cuando alguien me dice: “No he podido…”, incluso añade “qué más quisiera pero… no he podido”; yo suelo pedirle que lo cambie por… “Me costaba mucho y no he querido hacerlo”. Se resisten a aceptarlo, entonces les pregunto si lo hubieran hecho si, por ejemplo, la vida de alguien muy querido hubiera estado en peligro. Entones dicen: “Hombre… sí, claro…” Para completar la explicación digo: “Si te pidiera que volaras para salvar la vida de alguien, entonces no podrías, seguro que no, o sea que poder o no poder es otra cosa”.

Generalmente, se trata de aguantar la ansiedad, de enfrentarse a los miedos, de hacer algo que cuesta… y uno dice: “no puedo” y con eso cierra todas las puertas.

Las personas que deciden no hacer aquello que les cuesta mucho, creen que todos los demás vamos por la vida como flotando, con una gran ligereza y todo nos sale… “de natural”. Creen que aprendemos a conducir sin esfuerzo, acudimos a entrevistas de trabajo sin nervios, nos relacionamos con nuestros jefes siempre con alegría…  En fin… no tienen ni idea.

Enfrentarte a la ansiedad – que cada uno sufre a su manera –  es lo que te permite dejar de fumar. Es lo que te permite dejar una relación que sabes que te hace daño. Es lo que te permite acudir a entrevistas de trabajo, hacer exámenes, emprender negocios, o bien enfrentarte a la fobia a conducir o a viajar en avión o…

Es verdad que las personas que sienten grandes dosis de ansiedad lo tienen más difícil, pero el hecho de no enfrentarse a ella hace que ésta cada vez dé más miedo, y ese miedo hace que la ansiedad crezca. Es decir, la pescadilla que se muerde la cola.

En algunos casos es necesaria una terapia que te ayude a enfrentarte a la ansiedad. A entenderla y a entender lo que estoy diciendo.  Pero, si quieres intentarlo por ti mismo recuerda…

Cuando decides que NO QUIERES enfrentarte, al menos, no te engañes: di “NO QUIERO. Porque prefiero no sufrir. Así que abandono”. Pero poder… sí puedes.

Su peor pesadilla era la posibilidad de tropezarse el día de su graduación.


Llevaba varios meses pensando en su ceremonia de de graduación. Era una universitaria a punto de acabar su carrera, veintitantos años, de padres universitarios, con buen nivel de vida. Su peor pesadilla era la posibilidad de tropezarse al subir al escenario. No tenía que hablar, no tenía que hacer nada; solo subir, le ponían una banda y bajaba; además, como eran muchos, subían varios a la vez.


Traté de hacerle ver que aquella ceremonia no tenía ninguna importancia, que era solo una fiesta y que, además, era algo voluntario, su carrera no dependía de eso. Me dijo que para su madre era importante. Y pensaba que ella se podía desmayar de miedo, la gente le daba miedo, incluso la opinión de su familia le daba miedo.
 
Aunque este caso pueda parecer extremo, en las consultas vemos muchos así; personas para las que hacer el ridículo es algo grave, que les produce un profundo sufrimiento.

Evidentemente este comportamiento empieza en la infancia, tiene que ver con las relaciones escolares pero, sobre todo, con la visión que los adultos, padres y profesores, trasmiten a los niños.
 
Ahora que estamos tan preocupados por el acoso escolar, tal vez consigamos que ningún niño se meta con otro, pero, no podremos conseguir por miedo a la policía – que según parece es la táctica- que todos los niños sean amigos de todos. El niño-a que esté aislado seguirá aislado. 

Me parecería mucho más interesante enseñar a los niños a perder el sentido del ridículo, a hablar en público, a no tener miedo a la opinión de los demás, incluso a encajar las bromas. Con esto no quiero decir que no haya alguna conducta peligrosa que haya que parar, pero, creo que debemos enseñar a los niños a ser fuertes, además de a ser buenos, que también.

 
La pobre chica del relato no ha tenido unos padres que le enseñasen a tomarse la vida con sentido del humor; por el contrario, la animaban a ser “normal, como los demás”, la criticaban por ser “rara” y querían que fuera la más elegante de su ceremonia de graduación. La pobre, fue a esa fiesta como si fuera al patíbulo. 

Dejar de preocuparnos demasiado.

La mayoría de las personas que se preocupan demasiado desearían preocuparse menos. Pero, lo cierto es que, hay algunas …

Tu no tienes la culpa de tener ansiedad, estar depresivo o tener obsesiones…

La salud mental es como el resto de la salud, algo que «te toca» con mayor o menor suerte. Todos elogiamos a aquellos que …

¿Nos estamos volviendo una sociedad con déficit de atención, vamos hacia el TDAH global?

El déficit de atención, que tanto se diagnostica en niños, suele ir unido a la hiperactividad. El mecanismo es el siguiente: …